Cuando comenzó la actividad volcánica en la isla de Martinica en las Antillas, justo antes de la erupción final del volcán Pelée, los animales de la selva se refugiaron en la ciudad.
Primero fueron las hormigas y los ciempiés, impulsados a bajar por las laderas de la montaña debido a la ceniza volcánica que caía en la selva. Los habitantes de St. Pierre lograron destruirlos usando aceite, fuego, y agua caliente.Pero al poco tiempo hubo un peligro mucho mayor. Decenas de víboras venenosas, más de dos metros de largo, invadieron la ciudad.
Esas víboras de color marrón amarillento con vientre rosado, atacan con gran velocidad mortal.
De inmediato las víctimas sienten escalofríos, una frialdad de hielo pasa por el torrente sanguíneo, y la muerte llega rápidamente.
En poco tiempo, las serpientes habían matado a caballos, cerdos, perros, gallinas, ¡y a más de treinta personas! La ciudad estaba al borde del pánico. El alcalde Roger Fouché mandó a llamar a una compañía de soldados de la guarnición cercana, que llegó de inmediato.
Entonces sucedió algo asombroso. Los gatos de St. Pierre se unieron en la lucha contra las víboras.
La ciudad era conocida por sus enormes gatos que deambulaban por las calles, y que se alimentaban de las ratas. Atraídos quizá por el ruido de la gente en pánico, o por su instinto natural, los gatos se presentaron con fuerza.
Con astucia felina avanzaban al ataque. Sorprendían a las serpientes, las molestaban, y las amenazan con sus patas para que dieran el primer golpe. Después, rápidamente los gatos daban un salto hacia un lado, y cuando pasaban las serpientes las agarraban por la cabeza. Una y otra vez hacían atacar a las serpientes hasta que, con cabeza destrozada y ojos cegados, estas víboras venenosas quedaban indefensas.
Seguidamente, los gatos saltaban sobre las serpientes, sujetando la cabeza al suelo. Rápidamente, con sus afilados dientes, les rompían las vértebras, ¡matándolas al instante!
Dentro de una hora los gatos y los soldados de St. Pierre habían matado a más de un centenar de serpientes.
Se ha registrado también otra invasión de serpientes; pero a saber no hubo gatos que ayudaran a la gente. Cuando los israelitas fueron mordidos por serpientes y murieron en el desierto, Dios le dijo a Moisés que levantara un asta y pusiera allí una serpiente de bronce (Números 21:7-9). Le dijo que cualquiera que mirara a la serpiente de bronce sería curado de las mordeduras de serpiente y viviría.
Ahora, toda la humanidad está marcada por la muerte debido a la serpiente antigua, el diablo. Así “la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron” (Romanos 5:12). … “pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Pero hay un camino de salida. Jesús, el Salvador, justo y sin pecado, se hizo pecado por nosotros.
Él fue clavado a un madero y en el Calvario venció a Satanás. Jesús dijo: “Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eternal” (Juan 3:14, 15).
Los gatos de St. Pierre ayudaron a salvar la vida de muchas personas. Cristo ha salvado a incontables millones de personas de la muerte eterna. Él hará lo mismo por usted si acude a Él y pone su fe en el poder salvador que Él le ofrece.
Fuente: Arthur Townsend