A Martín Lutero se le atribuye esta interesante historia.
Dos cabras montesas se encuentran en una cornisa estrecha, lo suficientemente ancha para uno de los animales. A la izquierda hay un acantilado escarpado y a la derecha un lago profundo. Las dos se enfrentan. ¿Qué deben hacer? No pueden retroceder, sería demasiado peligroso; no pueden darse la vuelta porque la cornisa es demasiado estrecha. Ahora bien, si las cabras no tuvieran más sentido común que algunas personas, se encontrarían de frente y comenzarían a chocar entre sí hasta caer al lago de abajo.
Lutero nos dice que las cabras tienen más sentido común que eso. Una se acuesta en el camino y deja que la otra literalmente camine sobre ella, y ambas están a salvo. Deben estar dispuestas (al menos una de ellas) a acostarse humildemente y dejar que la otra pase por encima de ella. Si fueran como algunas personas, discutirían sobre QUIÉN debería acostarse y QUIÉN debería caminar por encima; pero evidentemente el “sentido de las cabras” es sentido común.
¿Hay alguna necesidad de hacernos una aplicación a nosotros mismos? Con cuánta frecuencia nuestra terquedad resulta en tragedia. Qué difícil es ser el último, humillarnos por el bien de ambos. Escuchamos a la gente decir: “¡Voy a defender mis derechos!”. Cuánto mejor sería “soportar el mal” con docilidad y ser el último. Es una lección difícil de aprender. Otro dice: “Es el principio de lo que estoy luchando. No son los pocos centavos en juego, ni los insultos que he soportado, ¡sino que debo defender mis principios!”.
Recuerde que el PRINCIPIO es el AMOR, y la Biblia dice: “El AMOR… es bondadoso; no busca lo suyo” (1 Corintios 13:4, 5). Es mejor dejarse pisotear que pelear.
PENSAMIENTO: UN POCO DEL ACEITE DEL AMOR SEMEJANTE A CRISTO SALVARÁ
