COMO CONOCER AL ALUMNO
Mateo, capítulo 13, arroja luz sobre la materia de la enseñanza, en la parábola del sembrador, la simiente y el terreno.
Cuando el sembrador sale a sembrar, debe conocer la semilla y el suelo. El sembrar consiste en juntar a los dos. Su éxito como maestro presupone un conocimiento de la naturaleza humana.
Un maestro que aspira al éxito debe reunir las condiciones necesarias en tres aspectos de la enseñanza, cuando menos.
- Un conocimiento de la Biblia.
- Un conocimiento de los métodos y principios de la enseñanza.
- Un conocimiento del alumno a quien le impartirá enseñanzas.
La “comprensión” es una de las herramientas más eficaces del obrero cristiano; pero para comprender al alumno, debemos primero saber quién es él. Así como el pastor quiere conocer a sus ovejas, así también el maestro-pastor buscará conocer a sus alumnos.
- Conózcalos por su nombre.
- Infórmese de las condiciones en que viven y de su medio ambiente.
- Infórmese de sus rasgos característicos y necesidades.
- Infórmese de sus intereses personales y posibilidades.
- Trate de conocer su actual estado espiritual.
Al fin de estudiar al alumno y obtener los conocimientos necesarios, es muy valiosa la lectura de materiales relacionados con el tema.
Por encima de todas las demás fuentes para comprender al alumno, la observación y el contacto personal son los mejores. El observar a un grupo de niños, (sin que ellos lo noten) en el trabajo o en los juegos, constituye una verdadera educación; y no solamente una vez, sino con la frecuencia posible.
Las visitas personales a los alumnos de su clase; su contacto con ellos en la casa; como depositario de su confianza…. todo ello es digno de su tiempo y de su esfuerzo como especialista en la labor docente.
A medida que el niño crece de la infancia a la madurez, pasa por períodos que ostentan características definidas y son fácilmente observables.