Una vez, un hombre iba camino a Jerusalén a Jericó. De día le guiaba una nube, y una columna de fuego por la noche. Y cayó el sobre unas espinas. Y las espinas crecieron y lo ahogaron. Y vinieron ladrones y le robaron treinta piezas de plata.
Después conoció a la reina de Saba, quien le regaló 1,000 talentos de oro y 1,000 prendas de vestir. Entonces el se subió en su carroza de fuego y condujo como un loco. Condujo hasta llegar debajo de un árbol sicómoro y sus cabellos se le engancharon en las ramas del árbol.
Colgó del árbol muchos días y los cuervos le traían comida y agua. Y el se comió 5,000 panes y dos peces. Una noche mientras el colgaba del árbol, vino su esposa Dalila y le cortó el cabello, y entonces el cayó en pedregales.
Y llovió cuarenta días y cuarenta noches. Y el se escondió en una cueva, y voivió de langostas y miel silvestre. Entonces continuó su camino hasta que encontró a un sirviente que le dijo: “He tomado una esposa, y no puedo ir contigo — por yo iré y buscaré a las salidas de los caminos, y no llamaré a las bodas a cuantos halle.
Finalmente llegó a Jericó. Vio a la reina Jezabel asomada a una ventana, y ella se rio de el y el dijo, “Hechadla abajo” y ellos la echaron. Entonces el dijo “Hechadla más abajo” y ellos la echaron 70 veces 7. Y de los pedazos que recogieron llenaron 12 canastas y dijeron, “Benditos los pedazoficadores.” Ahora la gran pregunta:
¿De quién será esposa ella en el gran día del juicio?”