Un predicador callejero, fue interrumpido en su mensaje por un incrédulo que le gritó:
—¡Calla ya … tonto …! ¡Dios no responde a nuestras oraciones de pobres gusanos de polvo!
El interrumpido quedó un instante callado y de pronto preguntó: —¿Es que usted ora?
—No, yo no oro ….
—Si es así … ¿Cómo sabe usted que Dios no contesta?
El incrédulo le miró turbado, luego se fijó en los que le rodeaban sonriendo, y acabó por marchar del grupo sin otra palabra más.