Imagina un banco que acepte acreditar tu cuenta personal con $86,400 dólares cada mañana. La única estipulación es que no transferirán ningún saldo de un día a otro. Todas las noches eliminarán el saldo que no se haya utilizado el día anterior. ¿Qué harías? Mi conjetura es que encontrarías la manera de gastar todo el dinero antes del final del día.
Cada uno de nosotros tiene una cuenta parecida. Se llama tiempo. Todas las mañanas se nos acreditan 86,400 segundos, y todas las noches se descarta como pérdida todo lo que no se haya invertido bien. No se transfieren saldos, no se permiten sobregiroso, no existen préstamos ni líneas de crédito. Y cuando comienza un nuevo día, tendrás 86,400 segundos más para invertir o malgastar.
El escritor del Salmo 90 abordó esta realidad al escribir las siguientes palabras: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación. Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios. Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, y dices: Convertíos, hijos de los hombres. Porque mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó, y como una de las vigilias de la noche”. (Salmos 90:1-4, RV1960).
Para muchos de nosotros, el tiempo ha pasado rápidamente. Sin embargo, la realidad es que no hay vuelta atrás y no se pueden hacer retiros contra el mañana. Podemos alegrarnos por las buenas inversiones del pasado, pero también debemos estar conscientes que nuestra vida aún no ha terminado. Debemos estar dispuestos a vivir el presente con los depósitos de Hoy.
El salmista lo resume todo de esta manera: “Enséñanos a contar nuestros días, de tal modo que traigamos al corazón sabiduría”. (Salmo 90:12).
¿Cómo contamos nuestros días? En primer lugar, debemos comprender el verdadero valor del tiempo. Dios dice que cada día es precioso, y debemos atesorarlo e invertirlo cuidadósamente. Alguien escribió creatívamente estas palabras: “¡Atesora cada momento que tienes! Ayer es historia. El mañana es un misterio. HHoy es un regalo, por eso se llama presente”.
Por último, debemos entender el verdadero valor de la sabia inversión del tiempo. No puedes comprar, encontrar, hacer o ahorrar más tiempo. Solo puedes invertirlo. De hecho, al igual que con tu dinero, donde inviertes tu tiempo revela lo que es más importante para tí.
Entonces, atesora tu tiempo. Es la posesión más valiosa que te ha sido dada en este mundo.
WES BARTEL
Director del Ministrio de Adultos